La vida es un ciclo, y aunque no siempre queramos pensar en ello, la muerte forma parte natural de ese recorrido. Lo curioso es que el cuerpo humano tiene una sabiduría sorprendente y, cuando se acerca ese momento final, empieza a dar señales que, aunque puedan pasar desapercibidas, están ahí para quien se detenga a observarlas.
No se trata de un misterio oculto ni de algo mágico; simplemente, el organismo comienza a comportarse de manera diferente porque sabe que está llegando al final de su energía vital. Reconocer estas señales no solo puede ayudarnos a entender mejor lo que pasa en nuestro propio cuerpo, sino también a acompañar de una forma más consciente y amorosa a quienes están transitando sus últimos días.
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Entre las señales más comunes que indican que la vida se acerca a su cierre, hay varias que los expertos y cuidadores suelen mencionar una y otra vez. No siempre aparecen todas juntas ni en el mismo orden, pero sí reflejan que el cuerpo está entrando en un proceso de despedida.
1. Cambios en el apetito y la sed
Una de las primeras señales suele ser la disminución de las ganas de comer y beber. El cuerpo, en ese estado, ya no necesita la misma energía ni líquidos para seguir funcionando. Es habitual que la persona rechace alimentos sólidos y prefiera apenas algunos sorbos de agua o nada en absoluto. Esto no significa abandono, sino que el organismo está ajustándose a lo inevitable.
2. Debilidad extrema y sueño prolongado
A medida que los órganos se van apagando, la energía disminuye de manera drástica. La persona puede dormir durante la mayor parte del día, estar muy cansada incluso sin hacer esfuerzo y, en los momentos de vigilia, mostrarse somnolienta. Este letargo es parte del proceso natural y no necesariamente genera dolor.
3. Piel fría y cambios en la circulación
Es frecuente que las manos, los pies e incluso las piernas se tornen frías o adquieran un tono azulado o pálido. Esto ocurre porque la sangre empieza a concentrarse en los órganos vitales y deja de circular con la misma fuerza hacia las extremidades. Estos cambios en la piel son una de las señales más visibles del declive corporal.
4. Alteraciones en la respiración
La respiración puede volverse irregular, con pausas largas entre inhalaciones y exhalaciones. A veces se escuchan sonidos más fuertes, conocidos como “estertores”, producidos por la acumulación de secreciones en la garganta. Aunque para quienes acompañan puede resultar angustiante, en la mayoría de los casos la persona no siente dolor.
5. Pérdida progresiva de la lucidez
El estado de conciencia también se ve afectado. Pueden aparecer momentos de confusión, desorientación o dificultad para reconocer a las personas cercanas. En algunos casos, la mente se mantiene activa, pero en otros la conexión con la realidad se vuelve intermitente.
6. Menor control de esfínteres
Los riñones y el sistema digestivo también comienzan a ralentizarse. Es posible notar una disminución en la cantidad de orina o la ausencia de evacuaciones. En etapas más avanzadas, la persona puede perder el control de estos procesos.
7. Señales emocionales y espirituales
No todo son cambios físicos. Muchas personas que están en sus últimos días expresan un sentido de calma, reconciliación o incluso hablan de “ver” o “sentir” a seres queridos que ya han partido. Para quienes acompañan, estas experiencias pueden parecer extrañas, pero forman parte de la transición hacia el final.
8. Distancia del entorno
En los últimos momentos, es común que la persona deje de responder a estímulos externos, se retraiga o parezca estar en un mundo propio. Aunque no hablen ni reaccionen, se cree que aún pueden escuchar, por lo que mantener un ambiente sereno y lleno de cariño es esencial.
Aceptar estas señales no es sencillo, pero comprenderlas nos permite acompañar con dignidad y respeto. La muerte, aunque dolorosa, es también un acto de la naturaleza, y el cuerpo tiene la capacidad de prepararse para ella de manera gradual.
Si alguna vez te toca vivir de cerca este proceso, recuerda que lo más importante no son las palabras, sino la presencia. Estar ahí, tomar la mano de quien se va y transmitir paz puede marcar una enorme diferencia.